Por Nélida Tójar
¿Hay una manera más tibia de comenzar una clase que pasando lista? Personalmente me parece algo tedioso y una absoluta pérdida de tiempo para el objetivo que nos traemos entre manos.
¿Hay una manera más tibia de comenzar una clase que pasando lista? Personalmente me parece algo tedioso y una absoluta pérdida de tiempo para el objetivo que nos traemos entre manos.
Por suerte, en los últimos cursos he tenido grupos pequeños y
simplemente cuento a los alumnos, más para saber si ya puedo comenzar, que por
el puro protocolo de anotar en un papel las ausencias. Si me falta alguno,
entonces les pregunto a ellos mismos,
¿quién falta?
Sin embargo, soy consciente de que en la mayoría de escuelas de China, e
incluso universidades, es obligatoria la asistencia y se lleva un férreo
control al respecto. Así que, ya que lo tenemos que hacer, ¿por qué no aprovechar
el momento para practicar la lengua?
Conocí en una escuela de Inglaterra a una veterana profesora de francés
que para pasar lista elegía cada día una tabla de multiplicar: “hoy la tabla
del 3”, por ejemplo, y los niños contestaban con números y en francés, claro. “Fulanito de Tal: tres, Menganito de Cual: seis, Pepito Piscinas: nueve…” y así hasta el final. Esto les mantenía
atentos y ya con el chip de la lengua extranjera en marcha.
Si preferimos evitar a los niños el castigo matemático (para mí lo
sería), quizá podríamos sustituir los números por series de palabras ordenadas:
días de la semana, meses del año, los planetas del sistema solar, ¿signos del
zodiaco chino?... Y por aportar algo de cultura, los del zodiaco occidental.
Esta misma profesora inglesa, que no tenía desperdicio, muchas otras
veces comenzaba la clase con una canción: se ponía una enorme y llamativa
peluca, cogía un tronco de troglodita hinchable (una especie de globo de aire),
y comenzaba a entonar su “bonjour, la classe”, en la que ella decía algunas
frases de la canción y los niños cantaban al unísono el resto, mientras la
profesora caminaba por el aula y golpeaba de vez en cuando la cabeza de algún
niño con el globo, lo que les causaba una vergonzosa diversión.
La fantástica profesora de la que os hablo, muy en su línea. |
Bien, se me ocurre que podríamos igualmente utilizar esta u otra canción,
pero repartiendo una estrofa a cada niño; y si en el transcurso del canto hay
una ruptura, ya sabemos quién falta. Sería más productivo haber trabajado antes
la canción, que no simplemente recitarla como una cantinela y sin saber lo que
se está diciendo.
Incluso podríamos hacerlo con un poema, ¿se imaginan a nuestros alumnos
pasando lista mientras entonan la Canción del pirata de Espronceda?
“Con cien cañones por banda (niño 1)
Viento en popa, a toda vela (niño
2)
No corta el mar, sino vuela (niño
3)
Un velero bergantín […] (niño 4)”
Ciertamente, yo lo disfrutaría muchísimo, aunque, dependiendo del nivel
y de la edad de los niños, quizá el lenguaje y contenido de la poesía de Gloria
Fuertes nos ayude a visualizar mejor la idea de pasar lista de este modo:
“Doña Pito Piturra tiene unos guantes;
Doña Pito Piturra, muy elegantes.
Doña Pito Piturra tiene un sombrero;
Doña Pito Piturra, con un plumero.
Dona Pito Piturra tiene un zapato;
Doña Pito Piturra, le vino ancho […]”
Ni que
decir tiene las ventajas que tiene esto para mejorar la prosodia de nuestros
alumnos: acentuación, entonación, ritmo, y también las consonantes más
problemáticas se pueden trabajar de este modo.
Sea como
sea, la cuestión es dotar de significado al hecho de pasar lista y aprovechar
esa especie de “limbo” del tiempo de clase para comenzar a activar la lengua
extranjera desde el minuto cero.