lunes, 30 de septiembre de 2013

Pasando lista: 到 !

Por Nélida Tójar   

   ¿Hay una manera más tibia de comenzar una clase que pasando lista? Personalmente me parece algo tedioso y una absoluta pérdida de tiempo para el objetivo que nos traemos entre manos.

   Por suerte, en los últimos cursos he tenido grupos pequeños y simplemente cuento a los alumnos, más para saber si ya puedo comenzar, que por el puro protocolo de anotar en un papel las ausencias. Si me falta alguno, entonces les pregunto a ellos mismos, ¿quién falta?

   Sin embargo, soy consciente de que en la mayoría de escuelas de China, e incluso universidades, es obligatoria la asistencia y se lleva un férreo control al respecto. Así que, ya que lo tenemos que hacer, ¿por qué no aprovechar el momento para practicar la lengua?

   Conocí en una escuela de Inglaterra a una veterana profesora de francés que para pasar lista elegía cada día una tabla de multiplicar: “hoy la tabla del 3”, por ejemplo, y los niños contestaban con números y en francés, claro. “Fulanito de Tal: tres, Menganito de Cual: seis, Pepito Piscinas: nueve…”  y así hasta el final. Esto les mantenía atentos y ya con el chip de la lengua extranjera en marcha.

   Si preferimos evitar a los niños el castigo matemático (para mí lo sería), quizá podríamos sustituir los números por series de palabras ordenadas: días de la semana, meses del año, los planetas del sistema solar, ¿signos del zodiaco chino?... Y por aportar algo de cultura, los del zodiaco occidental.

   Esta misma profesora inglesa, que no tenía desperdicio, muchas otras veces comenzaba la clase con una canción: se ponía una enorme y llamativa peluca, cogía un tronco de troglodita hinchable (una especie de globo de aire), y comenzaba a entonar su “bonjour, la classe”, en la que ella decía algunas frases de la canción y los niños cantaban al unísono el resto, mientras la profesora caminaba por el aula y golpeaba de vez en cuando la cabeza de algún niño con el globo, lo que les causaba una vergonzosa diversión.

La fantástica profesora de la que os hablo, muy en su línea.
   Bien, se me ocurre que podríamos igualmente utilizar esta u otra canción, pero repartiendo una estrofa a cada niño; y si en el transcurso del canto hay una ruptura, ya sabemos quién falta. Sería más productivo haber trabajado antes la canción, que no simplemente recitarla como una cantinela y sin saber lo que se está diciendo.

   Incluso podríamos hacerlo con un poema, ¿se imaginan a nuestros alumnos pasando lista mientras entonan la Canción del pirata de Espronceda?

 “Con cien cañones por banda (niño 1)

Viento en popa, a toda vela (niño 2)

No corta el mar, sino vuela (niño 3)

Un velero bergantín […] (niño 4)”

   Ciertamente, yo lo disfrutaría muchísimo, aunque, dependiendo del nivel y de la edad de los niños, quizá el lenguaje y contenido de la poesía de Gloria Fuertes nos ayude a visualizar mejor la idea de pasar lista de este modo:

“Doña Pito Piturra tiene unos guantes;
Doña Pito Piturra, muy elegantes.
Doña Pito Piturra tiene un sombrero;
Doña Pito Piturra, con un plumero.
Dona Pito Piturra tiene un zapato;
Doña Pito Piturra, le vino ancho […]”
   Ni que decir tiene las ventajas que tiene esto para mejorar la prosodia de nuestros alumnos: acentuación, entonación, ritmo, y también las consonantes más problemáticas se pueden trabajar de este modo.
   Sea como sea, la cuestión es dotar de significado al hecho de pasar lista y aprovechar esa especie de “limbo” del tiempo de clase para comenzar a activar la lengua extranjera desde el minuto cero.

jueves, 26 de septiembre de 2013

La primera clase

Por Leticia Caballero   

   Qué mejor manera de arrancar, que empezar por el principio: LA PRIMERA CLASE. Esa, para la que nos preparamos durante horas. Esa, a la que llegamos nerviosos porque no sabemos qué estudiantes nos van a tocar. Esa, en la que tenemos que controlar el temblor de la mano al escribir en la pizarra. Esa, que tras las vacaciones de verano, nos recuerda lo bonito qué es lo que hacemos. Esa, en la que los alumnos, sobre todos los nuestros (niños chinos de secundaria), nos miran cual bicho raro salido del espacio.

   Ellos, los protagonistas de la escena, llegan a clase entusiasmados, expectantes, motivados… Con su libreta nueva, su bolígrafo y, algunos, incluso con su diccionario de chino español. Llegan con todos su sentidos trabajando al máximo esperando que el profesor extranjero diga la primera palabra. ¿Por qué contarle entonces lo importante qué es hacer los deberes todos lo días, aprobar todos los exámenes y trabajar duro durante el año? ¿De verdad no podemos esperar hasta la segunda clase para ello? Aprovechemos ese entusiasmo del principio de curso y empecemos a ENSEÑAR ESPAÑOL.

   La primera clase es una de mis favoritas. Disfruto de sus caras, de sus miradas, de sus risas cuando gesticulo más de la cuenta… Totalmente erguida y con porte serio, me planto enfrente de la pizarra, sin mediar palabra y espero a que los alumnos se callen por completo. Una vez he captado su atención y he conseguido silenciar a la masa de enanos, abandono la clase sin decir absolutamente nada. Cierro la puerta tras de mí y espero unos escasos 10 segundos. Abro de nuevo y grito ¡Hooooooola! Casi nunca reaccionan a la primera y, por las caras, creo que se preguntan ¿qué hace la loca ésta? Repito la acción varias veces hasta que por fin captan el significado de la palabra. ¿Alguna vez os habéis parado a pensar cuán bella es la palabra HOLA y todo lo que podemos transmitir con un ejercicio tan simple como este? Por lo pronto, ya les hemos enseñado algo que para ellos les resulta super fácil y, además, lo hemos hecho de forma divertida. Señores, los tenemos en el bote.

   Luego llega el momento de las presentaciones. Uffff, qué duro fue aquel primer día de clase, allá por el 2011, cuando mis niños comenzaron a decirme sus nombres y a mí todo “me sonaba a chino”… Una práctica muy común entre los extranjeros que enseñamos lenguas en el gigante asiático es la de poner nombres de la lengua meta a nuestros alumnos. No se trata solo de facilitar la tarea al profesor para el reconocimiento y llamamiento de sus pupilos, es también un recurso que nos va a servir de constante input. Los niños van a oír en repetidas ocasiones estos nombres, con los que les acostumbraremos a esas sílabas trabadas con la que muchas veces se atascan, o también con las inversas. Nombres como Pablo, Inma, Alba, Pedro, Antonio… nos ayudarán a ello. Y otros como María, Rocío, Rosa o Ramón, nos servirán para acostumbrarlos a ese fonema que tanto les asusta, la erre.

   Una propuesta chula que se me ocurre para el momento de la entrega de nombres es regalar a los alumnos “un carnet de estudiante de español”, a ser posible en formato pegatina. Se trata de una identificación que tendrán que pegar en su cuaderno de clase y cuyos datos irán rellenando a medida que vayamos aprendiendo cómo preguntar y dar ese tipo de información: Nombre, apellidos, edad, nacionalidad, profesión, dirección…

   Con la entrega de los nombres, les enseñamos a decir YO ME LLAMO… Y, posteriormente, a preguntar por él. Luego, fijación en la pizarra de todo lo aprendido… Y a practicar. ¡Qué hablen, hablen y hablen!  

   Y de igual forma que no me gusta ponerme pesada con mis estudiantes en su primera clase, no voy a hacerlo con  ustedes en ésta mi primera entrada. Así que, con mis alumnos sabiendo decir HOLA y ADIÓS y pudiendo preguntar ¿CÓMO TE LLAMAS? y responder YO ME LLAMO… Me despido. 



jueves, 19 de septiembre de 2013

¡Arrancamos!

Por Nélida Tójar   

   Estos días atrás hemos tenido oportunidad de leer en la edición digital de El País un artículo muy interesante que a todos nos ha llamado la atención. En él podíamos comprobar cómo existen ya iniciativas por parte de algunos profesores en España que abogan por un tipo de enseñanza muy distinto al tradicional, aquel con el que todos nosotros fuimos educados.

   Expresiones como “participar en el proceso”, “[aquello] que les ha motivado o interesado”, “oportunidad de manipular, de descubrir, de investigar” que encontramos en el artículo, parecen estar directamente relacionadas con otras que los profesores de ELE, más aún en los últimos años, escuchamos con insistencia: “el alumno como agente activo del aprendizaje”, “motivación intrínseca del alumno”,  “llevar materiales auténticos al aula”, y tantas otras. Así que quizá y siendo optimistas, tarde o temprano, las metodologías empleadas converjan en un mismo punto, y se enseñe Matemáticas igual que se enseña una lengua extranjera.

   Estos profesores de los que habla el artículo lo llaman “trabajar por proyectos”, donde “las materias no son compartimentos estancos, sino vasos comunicantes”. ¿No les recuerda esto al enfoque por tareas? ¿Acaso cualquier función comunicativa que pretendamos enseñar no precisa de conocimientos gramaticales, lingüísticos, fonéticos, etc.? Ahí lo tienen. Piénsenlo.

   Al igual que estas maravillosas rarezas del sistema educativo español que descubrimos en el periódico, este equipo de profesores de ELE que hoy ponemos en marcha este blog, abogamos por el protagonismo de los estudiantes, la creatividad y el valor del proceso completo, más allá del resultado. Y por eso hoy abrimos esta puerta a la libre circulación de ideas, a la reflexión, a la crítica constructiva y, sobre todo, a la comunicación.

   Bienvenidos a todos.